martes, 4 de agosto de 2009



















Photo by Gianinna Schade

El sol es un lunar,
la calle una pregunta,
nosotros
los puntos suspensivos,
lo que vive entre la calle
y la repuesta.

Supimos señalar, engrandecer,
decirnos como un salmo.
Entre nosotros y la luna
hay un parecido
que sólo el ciego reconoce.
Por eso todo un siglo
de ventiladores nos arrulla.
Somos el último hijo de la luz
y mamamos la leche de su seno.
No digamos más que nuestros pasos,
no digamos más que las campanas
de los vasos desechables con hielo.

Madrugada larga y estrecha
carretera callejón pasillo
ojos amados
ojos de extraño amable
ojos profundos albercas y ruido.

Recuerda que a veces pensamos
después de gritar lo impensable.

Y siempre hay tiempo
para cambiar nuestras llantas,
siempre existirá el paracaídas,
el freno, el despertador.

La lluvia vendrá
aunque no la esperemos,
aunque en ningún lugar del mundo
haya una huella por borrar
o una cubeta.

Y en la piel de esta década
el tatuaje sembró una infección.
Como si todos nosotros, en secreto,
quisiéramos cambiar de nombre.
El mío
sería Otoño,
porque nací vestido
y voy a morir sin hojas.




Poem by José Chapa

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